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El secretario de Juan Pablo II lo compara con Francisco en un libro

Dziwisz, nacido en Polonia en el año 1939, fue el asistente personal de Juan Pablo II durante casi 4 décadas. Benedicto XVI lo nombró Arzobispo de Cracovia, un puesto que el propio Wojtyla había ocupado hasta el momento de ser elegido Papa, en 1978.

Este miércoles, a 8 años de la muerte de Juan Pablo II, se publica en Italia el libro que Stanislaw Dziwisz escribió, en colaboración con Gian Franco Sviderocoschi, sobre el tiempo compartido con Karol Wojtyla, He vivido con un Santo, editado por la casa Rizzoli.

Fueron 4 décadas llenas de historia las que Dziwisz compartió con el primer Papa no europeo en siglos que el próximo 27 de abril será proclamado santo por Francisco, junto a Juan XXIII. Wojtyla fue un viajero incansable, que le dio a la Santa Sede una gran relevancia política en la escena internacional. Su acción fue clave para acelerar la caída de las dictaduras comunistas de Europa del Este.

En la presentación del libro, que tuvo lugar en el rectorado de la Iglesia de San Estanislao, el cardenal Camillo Ruini dijo que el Dziwisz es «un libro que ayuda a dar un paso más hacia la comprensión del papa Wojtyla y la comunión con él».

El libro es un recorrido por la vida de un Papa que cambió la historia de la Iglesia y también del mundo, un recorrido en busca de las huellas de esa santidad que pronto será proclamada: «He vivido junto a un santo, o al menos, durante cuarenta años cada día he visto de cerca la santidad como siempre pensé que debía ser», dijo Dziwisz.

El cardenal Ruini destacó en su presentación «el proyecto de Iglesia» del Papa polaco que el libro reconstruye, basado en una eclesiología «netamente cristocéntrica». No una Iglesia verticalista, monolítica e institucionalizada, sino una «casa y escuela de comunión, una Iglesia-familia que, encarnándose en la historia cotidiana, pone armónicamente juntas unidad y multiplicidad, identidad y diversidad».

El libro de Dziwisz, siguió diciendo Ruini, «contradice con fuerza y con razón la idea de que Juan Pablo II fue un Papa rígido y restauracionistas; era por cierto muy firme en la defensa de la fe y muy ligado a las grandes tradiciones de la Iglesia, pero al mismo tiempo abierto al diálogo con las nuevas corriente teológicas y a un debate constructivo entre fe y razón»

Juan Pablo II nunca se echó atrás frente a los desafíos de la sociedad posmoderna, compleja y plural, sino que «buscó ajustarlos dentro de límites y cerrando en cada caso la puerta a las tentaciones extremistas».

Wojtyla estaba convencido de que la ola secularizadora no era irreversible, «que incluso su punto culminante estaba ya en el pasado y la gran tarea de la Iglesia era la misión, la evangelización entendida en sentido fuerte y pleno, como capacidad de llevar a Cristo al centro de la vida y de la cultura y por lo tanto del devenir de la historia». La Iglesia por lo tanto era llamada a «cuidar del hombre, sin temores y a fondo, en lo concreto de las diversas situaciones». También destacó «la fuerte capacidad de comunicar en los lenguajes del presente y de anticipar el futuro, manteniendo sin embargo todo la anchura y la densidad humana y popular de su fe y de su pastoral».

Finalmente, fue inevitable la referencia al Papa Francisco y su modo de vivir el pontificado. En su libro, el cardinal Dziwisz subraya en varias ocasiones las muchas analogías entre ambos pontífices. «Personalmente –dijo por su parte Ruini- estoy impactado por el parecido que encuentro entre Juan Pablo II y Francisco en el sentirse antes que nada obispo de Roma y vivir intensa y cotidianamente este ministerio». «Karol Wojtyla logró transmitir esperanza y ofrecer puntos de referencia interior, incluso a muchísimas personas no creyentes o alejadas de cualquier pertenencia religiosa». De modo simple, «no habiendo en él ninguna separación entre el hombre de oración y el hombre de acción, Juan Pablo II nos ha mostrado el rostro humano de Dios y nos ha ayudado a redescubrir el sentido de nuestra humanidad, en un mundo que tiene a nivelar todo, las personas así como los valores y los sentimientos». Para Ruini, ése fue todo «el secreto de su grandeza».